miércoles, 20 de enero de 2010

Tú y yo, sólo tú y yo. Ni siempre ni nunca.

Me desnuda lentamente con la mirada.
Me muerdo el labio, veo como deja ver su sonrisa picarona mientras rie con una carcajada ahogada en el sofoco incesante de su voz.
Me toca el hombro, sabe que me gusta.
Después deja que dos de sus dedos bajen un fino tirante de raso que se posa tímidamente sobre mis hombros.
El vestido cae.
Como por incercia, cae.
Mis manos se deslizan rápidas pero tímidas sobre su cuerpo, me gusta.
Me hace estremecer.
Le quito la camiseta.
Sonríe.
Me coge en brazos y me tumba.
Acaricia mi pelo mientras sus labios acarician los mios.
En ese instante, soy feliz.
Más tarde, miramos atontados por la ventada.
Aún siento como, tras mi palacio de cristal, puedo ver como el mundo gira a nuestro alrededor.





A ti, haces que me quede sin respiración.

jueves, 14 de enero de 2010


La música empieza a sonar. Al principio no reconoces la canción pero, al rato, te das cuenta, es TU canción. Entonces comienzas a bailar de manera descontrolada, sin ritmo, sin pausa, sin coordinación, pero no importa eres la reina de la pista y nadie, repito: NADIE, puede pararte. Así, sin más. Te podrías comer de un movimiento de caderas a cualquiera de los que están en la pista contigo y lo sabes.
Te has pasado 3 horas para vestirte, una para maquillarte y te has pasado la plancha tantas veces por el pelo que parece papel cartón. Estás guapísima. Casi casi como aquella estrella de cine que tanto admiras. Sí, sí...Ya sabes quien te digo, ¿no?
Ha terminado tu canción...pero que por eso, no se acabe la fiesta.




lunes, 11 de enero de 2010

Flash

Quieto. Flash. Luz. Instante. Fotografía.
Hay que ver la cantidad de veces que este proceso se habrá repetido en nuestra vida y las pocas veces que habremos sido conscientes de ello.
Pero no sólo una fotografía nos hace recordar un momento concreto en el tiempo. Un aroma, un gesto, una sonrisa, un hecho imperceptible salvo para unos pocos...
Una fotografía es mucho más que un instante congelado en el tiempo, es la visión del mundo que tiene la persona que está detrás de la cámara. Cada fotógrafo tiene su estilo, su marca de agua, su personalidad... por eso aunque haya dos fotografías aparentemente iguales, no lo son.
A veces hay que saber mirar más allá...
¿Sabrás hacerlo tú?

sábado, 9 de enero de 2010

Miedo

Eran las 10 menos 20 de una noche fría, aunque desde detro de la casa apenas se notaba.
Ella andaba borracha por casa, sin pensar en las consecuencias de sus actos, deseando que sus impulsos dejaran de controlarla. Dejando que la poca vida que en ella quedaba, se esfumara.
Su cabeza giraba como si hubiera dado unas vueltas de más en el tiovivo, cuando eran unos tragos de más a una botella que aparecía vacía en el suelo del cuarto de baño.
En él se había improvisado una bañera inexistente abriendo de par en par las mamparas del plato de ducha y dejando que su cuerpo desganado cayera sobre el plato frío al tacto pero que momentos después sería cálido al contacto con el agua hirviendo que saldría.
A mamá le ardía la cabeza, lo repetía de manera casi constante. Se la veía ida, me aterraba...
Aún me asusta su mirada de odio disimulada por 1 litro de vodka.

jueves, 7 de enero de 2010

Dentro de unos años...

Mi nombre aún no importa, más adelante os lo diré. He pasado la mayoría de mi vida en Los Angeles, mis padres se mudaron allí teniendo 25 años porque era su sueño. El mio ahora, es volver a España, donde me siento ligado.
Mis padres se conocieron hará muchisimos años en Madrid, donde los dos vivían. Mi madre siempre me recordaba lo bonito que era Madrid, las veces que lo vió nevado y entonces, me enseñaba su album de fotos lleno de recuerdos. Desde pequeñito hubo siempre unas fotos que me llamaron más la atención que otras. Mi madre había tenido el pelo de todos los colores posibles, ¡HASTA NARANJA! Yo siempre la recuerdo rubia, porque era cuando su cara parecía más dulce. Mi padre la recuerda de castaña pelirrojiza porque así fue como la conoció, con el pelo muuuuuuuy corto y aunque mi madre se reía y decía que estaba horrible, mi padre la miraba con desaprobación y decía que nunca, jamás la había visto más guapa. Entonces mi madre dejaba caer una tímida lagrimita y le susurraba mientras yo fingía mirar unas fotos un "te quiero" inaudible para muchos, pero que dibujaba una sonrisa en el rostro de mi padre.
Mi padre siempre nos recalcaba la importancia que mi madre le daba a los detalles, lo mucho que le gustaban los pequeños detalles que nosotros le haciamos, cualquier tontería hacia que mi madre llorara de la emoción.
Para algunos, mi madre era muy simple, para mi padre era la persona más complicada del mundo. Era difícil conocerla, pero, según él, cuando la conocias, era imposible olvidarte de ella.
Mi padre tenía el cuerpo casi entero tatuado, salvo el reverso de su cuerpo, porque decía que si no lo veía no valía la pena tenerlo tatuado. Tenía un retrato mio y de mi hermana en el costado. Siempre le pregunté el motivo de que mamá no estuviera dibujada en su cuerpo y él se reía y nos decía que porque ya lo estaba, mi madre al oirlo se reía pero hasta muchos años después no entendí el motivo de su risa. Ambos tenían un tatuaje igual, idéntico en partes diferentes del cuerpo y para ellos, eso era su retrato.
Mi madre solía cocinar siempre que tenía tiempo, le encantaba. Mi padre nos recordó innumerables veces y hasta la saciedad que mi madre le conquistó por el estómago. Cuando aún vivían con mis abuelos, mamá le cocinaba los sábados en su casa. Papá siempre dice que hacía unos postres increibles, desde tartas hasta todo lo que pudieramos imaginar, siguió haciéndolo muchos años más.
Ella era fotógrafa, él dirigía un estudio de tatuajes.
Ella comenzó con 18 años, a él le llegó el momento algo más tarde. Aunque estuvieron muchos años separados, mamá dice que jamás pudo olvidarse de él.
Papá cuando creía que nosotros dormiamos, despertaba a mamá y la gritaba: "EEEEEEEEEEEEEEEEER DESAYUNO" y mamá reía de manera descontrolada mientras le decía que jamás se cansaría de escucharlo cada mañana.
Recuerdo sus historias casi mejor que las mias. Siempre vivían en el pasado y jamás entendí por qué. Ahora que he crecido me doy cuenta de que el pasado te mantiene en el presente y que te da espectativas hacia el futuro.
Mi madre murió de pena al morir mi padre, repitió durante un año entero que su razón para vivir había muerto con él, mientras se miraba el brazo y lloraba ajena a nuestra presencia.
Mamá era un poco bipolar, podía pasar de la felicidad a la tristeza absoluta en apenas segundos. Nunca lloraba delante nuestro pero nosotros la escuchabamos en la ducha mientras sollozaba sin que nadie pudiera hacer nada.

En mi vida sólo aprendí dos cosas de mis padres, la primera, que la verdad hace más daño que muchas mentiras y la segunda, que las cosas pequeñas se valoran más que las grandes, tanto para bien como para mal.

Tengo 30 años y aún recuerdo todos los detalles de su vida. Les quiero más que a nada en el mundo. Vivo en el año 2050 y aún no existo.

sábado, 2 de enero de 2010

La vie

Mis padres, que de pocas cosas sabían, siempre me dijeron que lo primero en la vida era la familia. Maldito el día en que cambiaron sus prioridades dejándome desconcertada y sin saber que debía ser mi prioridad en la vida.
Tras años y años creyendo que la familia iba por encima de todo y de todos me di cuenta de que había un pequeño fallo en todo esto. La familia no la elegimos nosotros, nos viene dada por genética... ¡Pero la vida es mucho mas genética!
Con los años, fui conociendo gente. Algunos pasaron desapercibidos, otros dejaron una gran marca en mi ya fuera física, emocional... Jamás me he cansado de decir que toda persona que pase por tu vida te aportará algo. En el momento en que desaparecen te das cuenta de lo que te han dado.
Yo he elegido a mi familia y no son solo aquellos que me corresponden por genética, son todas aquellas personas que han dejado una huella en mi, que han formado mi carácter, que me han hecho tener sentido común y criterio propio para saber qué pensar, qué decir o cómo ser, sabiendo el motivo de todo ello.
Por aquellos que me enseñaron que no era dificil decir te quiero, sino asumir lo que viene después.
Por aquellos que se agacharon bajo mi cama para mostrarme que los monstruos no se esconden bajo la cama, sino que están sueltos por la calle y se parecen a ti y a mi.
Por aquellos que me han enseñado a valorar un abrazo más que un beso con lengua.
Por aquellos que, en mitad de la noche, me buscaban el calcetín que había perdido entre las sábanas.
Y sobre todo, por aquellos que me han aguantado 18 años y aún quieren seguir haciendolo 18 años más.
Gracias.