Muchas veces nos creémos todo lo que oímos en la radio, tomamos como realidad cosas que inconscientemente sabemos que son falacias. Nos pintan el amor como un cuento de hadas con final feliz.
Sin embargo, muchas de nosotras sabemos que no es así. La princesa se deja el culo para que el príncipe la haga feliz. El príncipe nunca acierta con el restaurante al que lleva a la princesa, ni sabe que día es su aniversario. No sabe su color favorito ni cuál es el apellido de su madre. Duda si su color de pelo natural es marrón o negro.
Pero la quiere.
Eso es lo que hace a la príncesa comerse manzanas podridas, caer en manos de brujas o sortear miles de obstáculos. ¡Vamos! Ni las princesas son tan bobas de ver una relación infame sin saber que hay algo detrás.
Obviamente cuando lees cualquier cuento de Disney, mamá no corre a decirte que el príncipe era tonto, desconsiderado, egoísta e incluso un poco calzonazos. Mamá sólo te dice lo profundamente que se amaban.
Mamá no te explica que con quererse no basta. Que puedes amar con todo tu corazón a alguien y, sin embargo, que esa persona no sea para ti.
Si esto viniera en los cuentos, nadie los compraría. Nos gustan los finales inventados, nos gusta la ficción alegre, el sentirnos esperanzados a la hora de encontrar un futuro perfecto. A veces pienso que no estaría mal que dejaran caer que a veces, ese futuro cuesta mucho, que nadie regala nada, que la vida no es siempre fácil o divertida y que el mundo no va a ser siempre bueno contigo.
Deberíamos mentalizar a las niñas de que el amor es algo complicado, más que cualquier carrera o máster; que el amor no siempre es divertido, se discute y pelea muchas veces hasta sin motivo; que el amor no siempre se devuelve, a veces incluso ni existe; que el amor a veces no compensa; pero sobre todo, que conseguir que el amor sea perfecto cuesta esfuerzo.
Por eso, niñas del mundo, que sepáis que el príncipe del cuento es igual que la bruja, puede ser muy malo.
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