jueves, 30 de septiembre de 2010

Tú.

Crees que no te oigo llorar cuando algo te angustia.
Piensas que no veo cómo caen las lágrimas de tus ojos mientras cantas.
Prefiero que seas tú quien de paso a decirme qué ocurre.
A veces querer es esperar.
Otras es no hacer nada.
Cuando necesites el cobijo de un abrazo, ahí estaré yo cochinilla :)
Cuando precises de un beso en la frente y de caricias en el pelo, pídelo.
Cuando te diga que no te quiero, abrázame, estaré desvariando.
Cuando te mire y llore no creas que es de tristeza, es porque aún no había experimentado esa clase de felicidad.



Para ti, me dejas sin respiración.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Destino se llama mi prima que vive en Misisipi.

Hay cosas que sabes que ya nunca van a pasar.
Otras que deseas que pasen a pesar de lo anterior.
Y otras que prefieres que no vayan a pasar nunca.
Siempre que digo "realmente pienso" quiero decir: "debería pensar esto por moralidad".
Deseo el mal a mucha gente, aunque realmente no sea así.
¿Comprendéis como va la cosa?
Si por mi fuera la escoria que habita el planeta podría morirse y mis remordimientos por desearles la muerte serían nulos. La escoria invade el planeta como si de una plaga de termitas se tratase.
Pero... ¿Quién determina qué coño es la escoria?
Hay gente que hasta que no la conoces profundamente no sabes la cantidad de inmundicia que desprende por cada uno de los poros de su piel. Muchas veces, aún después de creerte que les conoces, deciden que van a volver a ser los malnacidos que fueron antes de interpretar su papel contigo. Quizás para ellos sea divertido, para mi la escoria puedes ser hasta tú.
Todos nos hemos topado con escoria. Y cuando digo todos debes mirar tras de ti pensando en esa persona que al oír hijo de puta se te viene a la mente.


Dicen que la ira reprimida es mala. Yo digo que la explosión de la ira reprimida es un suceso casi tan interesante como ver un eclipse o un cometa. Al principio no te enteras del interés que eso puede despertar en ti, pero después...
Después no puedes dejar de mirarlo hasta que para. Así es la ira. Más potente que una buena hostia según como la uses. Yo de eso tengo mucho pero lo suelto poco a poco, mi bofetón de ira podría arrancarte hasta los pelos de la nariz sino.


No puedes amar si no has odiado. El mundo lo dice al revés. Se equivocan. La hostia que te dan al nacer no te hace llorar de amor. Te hace llorar porque a la puta de la enfermera no le han dado su metadona diaria y te ha pegado una leche en el culo como si fueras un cochino saltarín y eso, amigo mio, hace que la odies. El odio, al igual que el amor, no es eterno. Acabas olvidándolo, siempre aparece algo que odias/amas más. Sería la hostia de bizarro que odiaras a la enfermera que abofeteo esas nalgas rojizas que tu mamá y tu papá te han dado después de 19 años de vida. Pero ¡eh! si lo haces, olé tú.

Realmente nunca he sentido ira por nadie, amaré siempre a la escoria del planeta en el que vivo y jamás podré odiar al doctor mamón que tiro de mi cabeza el día que nací.
Nací para joder lo establecido. ¿Entiendes?

Bao.

Me gusta asomarme por la ventana.
Apoyar mi nariz sobre el frío cristal.
Dejando que mi aliento se deslice por la ventana.
Empañándola.
Dejando que el bao nuble mi vista.
Es una sensación casi tan agradable como cuando apoyas tu mano sobre mi cara.
Me encanta.
Cada caricia tuya hace que mi cuerpo entero se estremezca.
Cada parte de mi quiere un poco más de ti.
Tus labios.
Sabes lo mal que lo paso cuando no puedo tenerlos.
Cuando me incitas.
Cuando dejas que pida más.
Apoyas mi espalda contra la ventana.
Casi levantándome del suelo.
Casi dejándome sin aliento.
Quitar el bao de las ventanas nunca ha sido tan placentero.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Pocas cosas angustian más que el perder algo que nunca crees haber tenido.

Realmente cada vez me cuesta menos escribir. Sobre todo desde que te conozco.
Se me hace facilísimo escribir acerca de la felicidad, de lo más cercano a ella y de lo más angustioso de ésta, desde que te conozco.
Aún conociéndote he podido experimentar cierta "angustia" en determinados momentos. Creo que todo ello me hace valorar bastante más los momentos de felicidad con los que de cuando en cuando me deleitas. Bueno, realmente no es de tanto en tanto como la frase deja ver. Suele ser al menos mil veces al día. Pero el día a día se ve pequeño y lejano en comparación al resto de las sonrisas y carcajadas que pretendo darte.
Haces de mi pequeña persona una persona cada día mejor, cada día más segura de sí misma y sobre todo, más yo.
Gracias.

martes, 14 de septiembre de 2010

Nunca podrás asegurar un final feliz, pero sí un comienzo especial

Son las siete de la mañana.
Un pequeño haz de luz se cuela por la ventana. Me hace dar un par de vueltas en la cama. Me topo con tu cara. Esa pequeña naricita respingona sobre la que me gusta apoyar la mía mientras miro esos pequeños ojos azules en los que podría hundir cada uno de mis pensamientos.
Te doy un beso. Una sonrisa de las tuyas aparece. Me hace sonreír. No puedo evitarlo. Quizás es que no quiero hacerlo tampoco.
Me giro. Ya sabes que me gusta que me abraces mientras duermo. Me agrada sentir el calor de tu cuerpo sobre mí.
Casi al segundo noto tu brazo sobre mí. Me aferro a él. Es una sensación especial. Casi descriptible como única.
Realmente todo lo que siento contigo me hace sentir única. Posiblemente nunca volveré a sentirme así, pero eso es la gracia de todo esto, ¿no?.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Entre el cielo y el suelo sólo está la distancia de un pensamiento.

Muchas veces, posiblemente estando en uno de los mejores momentos de nuestra vida, hemos mirado atrás y no hemos sabido muy bien cómo hemos llegado al punto en el que estamos. Sabemos que el camino recorrido no ha sido en balde, sabemos que no ha sido en la soledad de nuestros pensamientos, siempre hay alguien que ha tenido algo que ver. Los éxitos de las personas pocas veces se consiguen en soledad.
Yo he tenido la suerte de poder recuperar los pedacitos de compañía que en su día me acompañaron, puede que no hacia el éxito...posiblemente me acompañaron más en el fracaso que en el éxito, pero nunca se han ido sin dejar un pequeño rastro sobre mí.
Muchas veces recuerdo estar en el mayor de los grados de felicidad que conozco y, sin embargo, pasar de la absoluta felicidad al mayor de los desasosiegos en apenas segundos.
La mente humana es algo frágil, realmente nunca sabremos controlar nuestras emociones a nivel psicológico. Podremos aparentar ser las personas más felices sobre la faz de la Tierra, pero lo que verdaderamente se esconde tras esa sonrisa maquillada, sólo lo sabemos nosotros.