jueves, 7 de enero de 2010

Dentro de unos años...

Mi nombre aún no importa, más adelante os lo diré. He pasado la mayoría de mi vida en Los Angeles, mis padres se mudaron allí teniendo 25 años porque era su sueño. El mio ahora, es volver a España, donde me siento ligado.
Mis padres se conocieron hará muchisimos años en Madrid, donde los dos vivían. Mi madre siempre me recordaba lo bonito que era Madrid, las veces que lo vió nevado y entonces, me enseñaba su album de fotos lleno de recuerdos. Desde pequeñito hubo siempre unas fotos que me llamaron más la atención que otras. Mi madre había tenido el pelo de todos los colores posibles, ¡HASTA NARANJA! Yo siempre la recuerdo rubia, porque era cuando su cara parecía más dulce. Mi padre la recuerda de castaña pelirrojiza porque así fue como la conoció, con el pelo muuuuuuuy corto y aunque mi madre se reía y decía que estaba horrible, mi padre la miraba con desaprobación y decía que nunca, jamás la había visto más guapa. Entonces mi madre dejaba caer una tímida lagrimita y le susurraba mientras yo fingía mirar unas fotos un "te quiero" inaudible para muchos, pero que dibujaba una sonrisa en el rostro de mi padre.
Mi padre siempre nos recalcaba la importancia que mi madre le daba a los detalles, lo mucho que le gustaban los pequeños detalles que nosotros le haciamos, cualquier tontería hacia que mi madre llorara de la emoción.
Para algunos, mi madre era muy simple, para mi padre era la persona más complicada del mundo. Era difícil conocerla, pero, según él, cuando la conocias, era imposible olvidarte de ella.
Mi padre tenía el cuerpo casi entero tatuado, salvo el reverso de su cuerpo, porque decía que si no lo veía no valía la pena tenerlo tatuado. Tenía un retrato mio y de mi hermana en el costado. Siempre le pregunté el motivo de que mamá no estuviera dibujada en su cuerpo y él se reía y nos decía que porque ya lo estaba, mi madre al oirlo se reía pero hasta muchos años después no entendí el motivo de su risa. Ambos tenían un tatuaje igual, idéntico en partes diferentes del cuerpo y para ellos, eso era su retrato.
Mi madre solía cocinar siempre que tenía tiempo, le encantaba. Mi padre nos recordó innumerables veces y hasta la saciedad que mi madre le conquistó por el estómago. Cuando aún vivían con mis abuelos, mamá le cocinaba los sábados en su casa. Papá siempre dice que hacía unos postres increibles, desde tartas hasta todo lo que pudieramos imaginar, siguió haciéndolo muchos años más.
Ella era fotógrafa, él dirigía un estudio de tatuajes.
Ella comenzó con 18 años, a él le llegó el momento algo más tarde. Aunque estuvieron muchos años separados, mamá dice que jamás pudo olvidarse de él.
Papá cuando creía que nosotros dormiamos, despertaba a mamá y la gritaba: "EEEEEEEEEEEEEEEEER DESAYUNO" y mamá reía de manera descontrolada mientras le decía que jamás se cansaría de escucharlo cada mañana.
Recuerdo sus historias casi mejor que las mias. Siempre vivían en el pasado y jamás entendí por qué. Ahora que he crecido me doy cuenta de que el pasado te mantiene en el presente y que te da espectativas hacia el futuro.
Mi madre murió de pena al morir mi padre, repitió durante un año entero que su razón para vivir había muerto con él, mientras se miraba el brazo y lloraba ajena a nuestra presencia.
Mamá era un poco bipolar, podía pasar de la felicidad a la tristeza absoluta en apenas segundos. Nunca lloraba delante nuestro pero nosotros la escuchabamos en la ducha mientras sollozaba sin que nadie pudiera hacer nada.

En mi vida sólo aprendí dos cosas de mis padres, la primera, que la verdad hace más daño que muchas mentiras y la segunda, que las cosas pequeñas se valoran más que las grandes, tanto para bien como para mal.

Tengo 30 años y aún recuerdo todos los detalles de su vida. Les quiero más que a nada en el mundo. Vivo en el año 2050 y aún no existo.

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